Panem et circenses

Hubo un tiempo en el que apasionaba ver deporte en televisión, ahora tan sólo me gusta. Es un placer prescindible si se compara con el espectáculo de una puesta de sol (no, una puesta de sol no es cada día igual, como tampoco lo es un partido de fútbol). Este cambio de actitud se fraguó en una obviedad, un día descubrí que yo no soy quien marca los goles, sino Raúl o Ronaldinho, ni siquiera les doy los pases. Yo no pedaleaba subiendo el Tourmalet, sino Perico o Miguel. Por mucho que me esfuerce no llegaré a machacar una canasta, yo no soy Gasol. Aparte de este "gran" descubrimiento hubo otro no menos evidente: el equipo o deportista al que yo apoyaba no era, necesariamente, mejor que sus rivales y, si perdía, no se debía a la mala suerte ni al desastroso arbitraje (ese que siempre parece estar en contra de los nuestros y a favor del contrario). Así las cosas, los domingos perdieron cierto aliciente para mí, si veo cualquier acontecimiento deportivo disfruto, sin más, de la estética, a veces con ciertas preferencias -suelo apoyar al más débil- es algo que termina, si acaso, pasados cinco minutos del final de la competición.

Hay una segunda parte que despierta tremendamente mi curiosidad, el placer (a veces, necesidad imperiosa) que muchos encuentran saliendo a la calle con pancartas y banderas insultando al rival, al vecino o a cualquiera que se le ponga por delante (en la provincia en la que vivo se celebran las victorias o casi cualquier cosa acordándose de la madre de los de una ciudad concreta, aunque ésta no haya participado en el evento). Este tipo de fanático, rechoncho y borrachín, que tanto abunda, se siente representado por unos muchachos que se han pasado toda su vida entrenando para llegar lejos, que son guapos y millonarios. Hay otro rasgo común en esta especie, no tienen ni puñetera idea de deporte, ni de sus reglas ni de su historia, ni les importa un bledo (eso les restaría argumentos). Apuestan por el caballo ganador y siempre se sienten perjudicados y perseguidos.

El deporte sustituyó a la guerra y a la religión en el corazón de los hombres. Yo, casi sin quererlo, un día me supe apátrida ¿A qué equipo podría apoyar? Eso que me pierdo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Ver deporte, si no es para aprenderlo...

...y lo que me fastidia quitar el suplemento de deportes en el periódico. El otro día, apenas quedaron páginas de noticias. Será que la "información" deportiva es el comodín que permite engrosar un informativo cuando no hay nada que contar.
Cynskeptical ha dicho que…
Cierto, en el periódico en el que trabajé se comentaba que el suplemento era la información que acompañaba a los deportes, es decir, política nacional e internacional, etc...
Qtd, Melqart
Anónimo ha dicho que…
No os pongais tiernos que tengo la lágrima fácil... d:

(':

*:
:*
Anónimo ha dicho que…
He de comenzar diciendo que en toda mi vida he conseguido ver un partido completo de fútbol y no considero que tal circunstancia me acredite como mejor persona ni mejor ciudadano. El hecho de que mis inquietudes vayan en otra línea no me otorga una mayor calidad humana y ni siquiera me considero más inteligente por ello - si bien la inteligencia, a diferencia del valor del soldado de reemplazo, no es algo que se presuma sino que hay que demostrar y no se me ocurre que la mejor manera de hacerlo sea berreando espumarajos y jaleando al equipo propio o recordando a los progenitores de un árbitro mientras desde las gradas de un estadio o desde la barra de un bar se contempla cómo veintidós señores golpean con los pies un trozo de cuero hinchado - pero lo que tampoco se me puede pedir es que me sienta avergonzado de ser un total, absoluto y completo analfabeto del balompié.
De hecho hubo un tiempo no tan lejano en que por congraciarme con mis amigos o clientes futboleros hacía de tripas corazón y leía en prensa los lunes por la mañana algo de la jornada anterior para siquiera poder balbucear algún comentario. Actualmente, ya no. Si alguien, indignado, me comenta alguna actuación arbitral o el espectacular gol de un determinado jugador, pongo cara de poker. Y si, insistente, me pregunta sorprendido si acaso no vi determinado partido, contesto que a esa hora estaba demasiado ocupado lavando a mis peces de colores.

Os propongo un experimento: encended la televisión cuando estén en algún programa de esos en los que debaten sobre futbol. Quitad el volúmen. Observad las caras, los gestos, la gravedad en los ademanes de los contertulios. Podría decirse que esos señores están debatiendo sobre alguna cuestión vital para el futuro de la humanidad. Y efectivamente, para muchos, puede que así sea.
Porque, y permitidme que caiga en la demagogia, decía Mako que la prensa, los medios en general, rellena con noticias deportivas cuando no existen otras noticias por ofrecer. No puedo compartirlo. Tomad cualquier periódico un lunes por la mañana.. en realidad, cualquier día de la semana. Contad el espacio que se dedica a otras noticias de actualidad y de una trascendencia tal como la aplicación del protocolo de Kyoto, el desarme del IRA, el desarrollo de la Corte Penal Internacional, la subida de los tipos de interés por la banca gringa, la cumbre mundial de la ONU, una nueva masacre de civiles palestinos, el drama de la inmigración, o la última reforma del sistema laboral.
Quizás no os sorprenda comprobar que se le presta, ante situaciones noticiables como las anteriores, mucha mayor cobertura a la lesión de tobillo de tal o cuál jugador; que tiene más repercusión las declaraciones de un entrenador de fútbol que las del presidente de Naciones Unidas.

¿Se trata de un plan preconcebido a nivel mundial para atontar a los ciudadanos y alejarles de las cuestiones de verdadera importancia? Aún no he llegado a los extremos paranoides suficientes para pensar eso. Más bien, intuyo, debe tratarse de una situación creada por estupidez espontánea que ha sido hábilmente explotada y fomentada desde los gobernantes. Es peligroso, para quienes mandan, que los ciudadanos empiecen a cuestionarse ciertos asuntos, a preocuparse por la cosa pública y a decidir adoptar una actitud participativa en el diseño de la política social. Muy, muy peligroso. El mejor antídoto contra esas inquietudes bien puede serlo el fútbol (léase cualquier deporte de masas) los enredos del corazón y, como no, la estrella del atontamiento catódico, la televisión.

Además, el fútbol mueve dinero. En cierta ocasión comprobé atónito cómo el traspaso de un jugador costaba el equivalente al dos veces el Producto Interior Bruto de países como Mali, Togo o Níger. O cómo Ronaldo cobra por publicidad de la empresa Nike (únicamente por hacer publicidad, y únicamente de esa empresa) él solito tanto como el resto de los más de cien mil obreros que dicha empresa tiene en el sudeste asiático. O cómo con el sueldo de Bekham (¿se escribe así?) podrían levantarse cada año varias decenas de plantas potabilizadoras de agua y algunos hospitales de campaña.
Lo lamento; a unos les preocupa el puesto que su equipo ocupa en la liga y a mí me preocupa que cada 3 segundos un niño menor de cinco años deje de respirar. Es como todo.
Puede que alguien me diga que una cosa no tiene nada que ver con la otra; y me gustaría que ese alguien me pudiera argumentar de forma razonada por qué un señor (por más que haya entrenado su cuerpo durante una década) cobra más dinero del que puedan ganar varias generaciones de asiáticos en anunciar un producto que se ha fabricado a costa de la esclavitud infantil, mientras que un científico que lleva media vida partiéndose los cuernos por sacar la vacuna contra una determinada enfermedad y salvar miles de vidas, tiene problemas para llegar a fin de mes.

Que ese alguien me diga por qué cualquier niño de nuestro país sabe en qué año ganó un determinado equipo la copa de Europa y no sabe en qué año se aprobó la Constitución Española. Que cualquier chaval te diga quién es el delantero centro de tal equipo pero no sepa quién descubrió la penicilina.

¿Tenemos lo que nos merecemos? Aún no, pero vamos por buen camino.
Un saludo a tod*s.
Anónimo ha dicho que…
Un punto de vista demasiado optimista o demasiado pesimista acaba desvirtuando el mensaje.

Cuando quito el volumen (*) a los comentaristas deportivos no veo a dos personas discutiendo de política, sino a dos personas parloteando animadamente acerca de la opinión que les merece el último ligue de Lola Flores (¿cómo? ¿que ha muerto?).

A mí me gusta que me digan brevemente lo que sucede, que la única opinión que me importa es la mía. Para rellenar un hecho con múltiples opiniones están las páginas centrales de deportes, que escrutan minuciosamente una misma jugada desde cuatro puntos diferentes de miopía.

*: en el recuerdo, que hace mil que no veo la tele.

P.D.: Mako es un tiburón. Yo en todo caso soy un "Makod" (de co_Osas).
Anónimo ha dicho que…
Han desaparecido los últimos posts... ? :(
:-*

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